martes, 30 de octubre de 2007

Respuesta a Julián Herbert*

Jorge Fernández Granados

Mi texto titulado Panoramas perversos o acerca de la construcción artificial del prestigio, que se publicó en el número 145 de la revista Tierra Adentro, no es un estudio exhaustivo sobre el tema, ni siquiera un ensayo preparado exprofeso para dicha publicación. Se trata simplemente del penúltimo capítulo de un libro de ensayo en proceso titulado De cánones (Versiones y perversiones del canon en la poesía mexicana finisecular. 1966-2006). En esta obra se dedican los capítulos centrales al estudio —este sí a fondo— de tres antologías: Poesía en movimiento (1966) de Octavio Paz, Alí Chumacero, José Emilio Pacheco y Homero Aridjis; y dos realizadas por Gabriel Zaid: Ómnibus de poesía mexicana (1971) y Asamblea de poetas jóvenes de México (1980). Cuando el número de marras de Tierra Adentro estaba en proyecto me fue solicitada una colaboración, de ser posible con “un texto de crítica, polémico o provocador, sobre el tema de la poesía reciente en nuestro país”. Propuse entonces, abreviado y adaptado para el caso, este penúltimo capítulo del conjunto puesto que en él abordo a grandes rasgos este tema y asimismo porque considero —y lo sigo haciendo— que no ha habido una antología que haya no digamos superado sino siquiera continuado competentemente alguna de estas tres célebres compilaciones en México. Veo, por las extensas apostillas de mi colega (más numerosas que las del artículo aludido) que cumplí por lo menos con esa expectativa.
Posiblemente por esta falta de un adecuado marco de referencia para leer el artículo, mi colega, sin mediar alusión alguna a su persona, apresuradamente “se pone el saco” y sobreinterpreta mis comentarios. El horizonte al que ahí yo me refiero abarca casi treinta años y más de cien antologías, compendios, muestras y panoramas de la poesía mexicana publicados tanto en el país como en el extranjero. A decir verdad, poco qué ver con la —por cierto tan narcisista— bibliografía que él cita.
Por un lado, supongo que implica cierto honor ser leído tan acuciosamente hasta en un artículo de circunstancia pero, por otro, el resultado es una comedia de enredos: hablo de una cordillera donde él consigna tres colinas. La culpa es en parte mía: generalizo, no paso la lista de títulos y nombres, omito objetos específicos. Por supuesto, ¿hay un método más ágil para abarcar de un vistazo una cordillera?
En fin, de la prosa pasional de aquellas apostillas logro extraer sin embargo los siguientes nodos obsesivos que conviene despejar:
Ambigüedad metodológica: No hay tal. Nunca he hecho crítica “sobre las rodillas” porque, justamente, es lo que me empeño en denunciar en mi ensayo. De cánones... parte, desarrolla y concluye sus tesis a lo largo de varios capítulos. Ofrezco como es debido al final del libro (y en cualquier momento a mi colega, si la requiere) la bibliografía completa del tema. Por obvias razones de espacio —pero sobre todo de sentido común— no era la revista Tierra Adentro el lugar idóneo para publicarla.
Indefinición del objeto de estudio: El objeto no de estudio sino apenas de un puñado de comentarios con toda intención muy generales son las antologías de poesía mexicana publicadas a partir de 1980. Nunca pretendí ni podría pretender agotar este tema en un capítulo y menos aún en un artículo. Parto, eso sí, de una tesis central en dicho texto. Al respecto, y puesto que mi colega se detiene en todo menos en ella, no me queda menos que reiterarla: “Por rigurosa, rentable o ‘bienintencionada’ que sea, toda antología oculta su verdadera naturaleza: es a fin de cuentas un ejercicio de poder. Un sometimiento, disfrazado de gusto estético, de una vasta realidad extensa, mayor y verdadera, a una realidad acotada, que supone no sólo contener o representar a aquélla sino corregirla.”
Anatematización del género: Es inexacto que acepte o rechace “en bloque” este tipo de publicaciones. Es verdadero que detecto en la mayoría de ellas motivaciones más o menos comunes y subterfugios literarios que a mí me resultan cuestionables en su origen. Señalo con toda puntualidad tres, que también aquí reitero (pues me parecen de absoluta vigencia, por desgracia, en el medio literario):

¿Cuales son, específicamente, los mecanismos de poder que una antología conlleva? Sin dejar de reconocer, como he pretendido en este ensayo, sus excepciones, esto es, las genuinas empresas intelectuales y los valiosos instrumentos de crítica literaria que hay en algunas, observo tres constantes en casi todas ellas:
1. De entrada, su autor, o autores, incurren en un espejismo jerárquico: quien se propone como juez busca imponerse como depositario de la justicia. Aún en el caso de acertar en sus evaluaciones, es innegable que parte de una sobrevaloración de la autoridad de su propio juicio, la cual lo lleva —por ingenuidad, protagonismo o pura ambición— a confundirlo con la verdad. En otros términos, el más infantil de los sofismas: “lo que me gusta es bueno y es bueno porque me gusta”.
2. Enseguida, el afianzamiento de un reducto doctrinario: nadie hace una antología contra sí mismo; por el contrario, suele ser una proyectiva apología. Lo que su autor afirma entre líneas con ella es entre otras cosas el árbol genealógico de su gusto (y de paso de su propia obra literaria, cuando ésta existe). Aunque procure revestir esta doctrina de una desinteresada pasión crítica, obedece a una indirecta estrategia de legitimación.
3. Por último, la motivación menos sutil y más común: figurar. Aparecer a como dé lugar en un escenario del que se teme ser excluido. Quien realiza una antología sabe que es otro modo de hacerse presente en un epicentro literario. Se adivina la doble moral del anfitrión: el único invitado sin invitación puesto que es el convocador de la fiesta. Aún en el caso de no incluirse, es evidente que quien firma una obra de este tipo se ha incluido a sí mismo, desde una agazapada posición de autoridad.


* Un fragmento del artículo de Julián Herbert puede consultarse en el archivo del mes de julio, en este blog.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¿No actualizan? ya se ve viejo el blog