martes, 27 de enero de 2009

El poema como hipertexto

Felipe Vázquez
(Fragmento)

Tedi López Mills, Parafrasear, Bonobos, México, 2008, 76 p.

Todo poema es un diálogo, explícito o im­plícito, con otros poemas. En este sentido, todo poema es un hipertexto: un espacio li­terario donde convergen escrituras diversas. En realidad la operación hipertextual no se restringe a la poesía sino a toda la literatura. Sin duda la primera gran obra hipertextual de la tradición hispánica es el Quijote, pero esta forma de diálogo no sólo se da entre obras sino entre tópicos. Aun­que la literatura moderna trata de prescin­dir de los tópicos, estos han sido resignificados des­de operaciones irreverentes, como la pará­frasis, la parodia, la ironía e incluso desde la literalidad. Baste un ejemplo muy su­cin­to. El poeta griego Teognis, que vivió en el siglo V antes de Cristo, escribió un poe­ma cuya resonancia habría de bifurcarse en varias tradiciones literarias a lo largo de veinticinco siglos, pese incluso a su extre­mo pesimismo: “De todas las cosas, no na­cer, para los hombres, la óptima / y nunca columbrar del raudo sol los rayos. / O, habiendo nacido, cuanto antes probar las puertas del Hades / y reposar tendido con mucha tierra encima.” Un siglo después, Sófocles lo parafrasea en Edipo en Colono: “El no haber nacido triunfa sobre cual­quier razón. Pero ya que se ha venido a la luz, lo que en segundo lugar es mejor, con mu­cho, es volver cuanto antes allí de donde se viene.” Casi 2000 años después, en La vida es sueño de Calderón de la Barca ha­llamos cierto eco de los versos de Teog­nis, aunque contaminados por la disciplina cris­tiana: “pues el delito mayor / del hombre es haber nacido”. Ya en el siglo XX, el fi­lósofo rumano E. M. Cioran escribe: “Frí­volo y disperso, aficionado en todos los campos, no habré conocido a fondo más que el inconveniente de haber nacido”, y unos años después publica un libro que po­dría ser una extensa glosa del citado poe­ma de Teognis: Del inconveniente de ha­ber nacido. En la tradición lírica mexicana, Jo­sé Emilio Pacheco acusa recibo desde los Siglos de Oro: “Don Segismundo Freud / tras arduo estudio / descubrió lo que al otro le costó un verso: / el delito del hombre es haber nacido”, hay que hacer hincapié en la ironía del nombre hispanizado, pues el personaje que dice el verso en la obra de Calderón se llama Segismundo.
Los textos literarios son espacios de convergencia de escrituras diversas. Así lo muestra Tedi López Mills en su poema­rio Parafrasear, cuyo título anuncia ya los poemas que vendrán. La autora misma, en su “Nota bene”, aclara que cita versos de quince poetas, casi todos perte­necien­tes a la literatura moderna, excepto Gón­gora, Lope de Vega y Yosa Buson (un poeta japonés del siglo xviii, maestro del hai­kú). E incluso el último poema, “La saga del Señor (con algunos rasgos de Cambi­ses)”, tiene como referente el tercer libro de las Historias de Herodoto. En efecto, el pri­mer atributo evidente de Parafrasear, cuan­do nos adentramos en su lectura, es la constante referencia a otros poetas. El se­gundo rasgo que observamos a lo largo del poemario es la ironía, la paráfrasis irónica y en no pocas ocasiones la parodia cruda. La característica tercera que se advierte es la singular andadura del ver­so, una andadura que proviene de la poe­sía deniciana. En algunos pasajes incluso el diálogo con la poesía de Gerardo Deniz resulta evidente: la forma de adjetivar, el encabalgamiento, la paronomasia, la iro­nía que hace del poema un espacio mina­do, la creación de atmósferas donde lo absurdo roza con lo sarcástico y, por su­puesto, ese fraseo singular del poema: “¿La luz? Llega por mordedura, / no se rinde, va de vándala cuando se lo pido, / tan ambigua su tradición si ilumina / rep­tando a veces, fingiendo, / pero con qué varita, me pregunto, la mano oculta / va a remover, vida mía y tuya, ese polvo de ro­sas viejas, / hojas batidas por la basura en su tarro de esmalte / con yescas en la orilla, virutas en la espina carcomida / por el cuenco sucio”. O bien este pasaje: “Fí­jame la cara del ditirambo: / excelsa luz la que te señala, es lujuria / su viga en la pierna opuesta, y aunque recite / mi pá­nico, esta piedra en la boca / pesa lo que un testigo, me diré que nadie / reconoce el valor de la persona en perpetua / ex­tinción”. Esta forma de versificar es tam­bién, tanto en Deniz como en López Mills, una crítica contra los usos escriturales de ciertos poetas que hoy gozan de salud me­diática y en cuyos poemas el tejido emocional es propio del siglo XIX, el ritmo es alambicado y los adjetivos son previsibles. La autora lo dice incluso de manera ex­plícita en un poema que muestra el filo ya desde el título —“En los puros pellejos”— y donde caricaturiza, de paso, las mendacidades de la crítica: “La costum­bre humana del amor equivocado: / así le pone a su obra; / luego la deslinda en dos actos; / el plagio es evidente, pero los crí­ticos, / entrelineando el texto, / sopesan­do cada pausa, adivinando / categorías para cada silencio, / señalan que se apega a la tradición, / al intercambio occidental de influencias”. El fraseo de Parafrasear es, sin duda, un acierto en el mapa lírico de México, es un golpe de aire fresco en una atmósfera viciada por tanto verso sin ima­ginación, sin crítica, sin poesía.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Te va a cargar la chingada, Eutiquio...

Víctor Baca