lunes, 4 de octubre de 2010

Cuaderno de los rombos que florecen

Inti García Santamaría
(Fragmentos)

Como si siempre me tuviera que despedir en enero, cae sobre marzo un ovni de calor: los cien rombos de este sofá florecieron en los años cuarenta. Es de este manicomio con peceras de neón que me salvaste, pues eras de neón y tu bata resplandecía entre dos vocales que nunca me podrán llevar a donde tú me llevaste. Despídete y pide que te guarde el antifaz. Yo salí de una clínica láser para entrar en una atmósfera sin contornos presidida por tus cuarenta pasos.
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Titila el bosque de sauces otoñales bajo un ovni de insolación. Adentro, hay veces, hay peces y hay pasos. Pesa cuánto besa una racha de días en los que despertamos sonrientes al atardecer. Besa cuanto pese. Pasaba un payaso de plástico sobre un carro alegórico que trataba de esos días. Pasaba que era tarde. Entonces imprimimos un cuaderno de rombos que florecieron en los años cuarenta.
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Un rombo me solicitó pedirte que no dijeras nada: que no me dejaras salir de ese patio de dudas donde duerme el odio sobre calendarios de seda. Un rombo me solicitó pedirte que me sedaras y cerramos los ojos y dos lenguas de higo programaron esa manera de recordar tu rostro en panales dorados.
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Que te metan en una maleta con destino a Lima, la ciudad de las ex novias, y aparezcas convertida en una foto con dos años de antigüedad cuatro años después. Es mi manera de aceptar que los rombos se han convertido en octágonos. No sé si será cierto la próxima vez que lo diga. Hoy lo es. Tu timbre resplandece a las tres de la mañana mientras crees que no hablo contigo porque tu timbre no resplandece. Hoy es un rombo.
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Difícil desprender este domingo que duró seis semanas. Difícil ahora parar la película, detener sin control a la serpiente japonesa que viajaba entre nubes. Difícil dividir el calendario en rombos y querer devanar ese largo carrete donde aparecemos disfrazados de gatos.
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Los rombos de esa blusa bajo el techo de palma como un jardín calendarizado donde espaldas de mujeres reparten turnos para alejarse de mi camino. Pensé que no podría recordar tus facciones si no era bajo los efectos de una enredadera industrial, pero caminaste hacia mí de la mano de un correcaminos tóxico.

1 comentario:

costa sin mar dijo...

iuiuiuiui
algunas líneas rebuenas del inti